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Anciana sin piernas clama al Presidente un techo donde vivir lo que le resta de existencia

Dice vive de la generosidad de la gente de su barrio en una casa que no puede pagar

Doña Patria de Jesús Pérez nació un 27 de febrero, tiene 84 años y más de 17 con discapacidad físico-motora.

Ella reside en la calle Respaldo 20 en el barrio San Antonio de Los Mina y aspira a vivir con tranquilidad lo que le resta de existencia, pero en la actualidad vive prácticamente de la caridad, en una casa alquilada que se le dificulta pagar debido a sus limitaciones.

No tiene piernas debido a que por problemas de circulación les fueron amputadas por completo, una hace 17 años y la otra hace dos, fue operada el año pasado de la vesícula, duerme en una cama con hoyos y si quiere salir de su habitación no puede porque ya no le sirve la silla de ruedas.

“Mi carro se me dañó y no tengo cómo comprar otro”, dice en tono irónico casi a carcajadas al referirse a la silla de ruedas. Pero a pesar de las dificultades, afirma que su fe en Dios y la ayuda de tanta gente que la quiere, la mantiene viva y con esperanzas de que lo que le queda de vida, sea en mejores condiciones.

Desde su cama hace todo, come, se asea y para entretenerse y alimentar su fe tiene un televisor en el que ve la celebración de la misa y programas que le ayudan a distraerse y no pensar tanto en su situación de precariedad.

Se vale de un palo para cambiar de canal, o apagar el aparato. El abanico lo tiene amarrado a un cordón que estira cuando lo desea encender, subir la velocidad o apagar.

Se queja de que no duerme bien por las malas condiciones del colchón y sentada en la cama es como verla hundida. Siente los resortes en su espalda cada vez que se acuerda y en los muñones cuando se incorpora.

Es agradecida porque el que no le da 500 pesos, le pasa 200 y hay una persona que le regala todos los meses mil pesos que le sirven para comer y comprar su medicina. Vive con dos nietos, cuya madre murió en uno de los partos. Su otra hija también falleció.

De los dos nietos veinteañeros, uno se gana la vida cargando agua en tanquecitos por encargo, a cinco pesos en una bicicleta de canasto, y el otro no trabaja y vive de lo que consiguen su hermano y abuela.

A veces se les dificulta la alimentación, pero la comunidad católica en la capilla San Pedro, de la parroquia San Martín de Porres a la que pertenece, siempre está pendiente de ella.

Su mayor anhelo es una vivienda, pues donde vivía hace 39 años, fue desalojada porque vendieron la casa aun ella habitándola y dice que nadie le informó.

Apela a “mi presidente”, como le dice al mandatario Luis Abinader, para que le ayude a comprar una “mejora” por el barrio donde ha vivido tantos años y tiene la gente que la quiere y cuida.

“Al señor presidente, que me perdone, con todo el amor que me merece, que por el amor de Cristo, yo le pido siquiera un ranchito donde vivir, yo no se lo voy a pagar, es Dios que se lo pagará, yo no puedo pagar casa, se lo digo de todo corazón, yo no tengo piernas, a mí me han pasado muchas cosas, yo no tengo familia”, dice llorando.

Irónicamente doña Patria no tiene donde vivir a pesar de que su madre tenía 30 viviendas cuando ella joven, pero que su padre se las fue vendiendo para satisfacer su vida desorganizada. Vivía en su niñez en La Vega y no era de una familia paupérrima.

Doña Patria dice ser hija de Dios, en el que deposita toda su confianza al igual que en quienes siempre la han ayudado y a ellos apela para cambiar su realidad de esperar lo que le queda de vida sin la incertidumbre de no tener un techo propio ni con qué comer y comprar su medicina.

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Licenciado en Comunicación Social por la universidad O&M. Ha ejercido el periodismo desde 1988 en radio, televisión y periódicos.