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Viejísimo

Hoy amanecí viejísimo, me duele todo, hasta órganos que no sé dónde están me duelen

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Viejísimo
No escuché el final, cerré el teléfono desconcertado. (ILUSTRACIÓN: LUIGGY MORALES)

Me está sucediendo con más frecuencia desde que cumplí los 76. Pregunto a una amiga si el 2020 es un año donde mi edad tiene algo que ver con el desgaste. Ella, que es de las que lee los signos zodiacales, habla de la influencia de los astros y vive el feng shui, me contesta con cierto engolamiento.

- Mira Freddy, el número 76 no refleja nada a los acuarianos -y agrega-, quizás es una resaca de los 75, que con la influencia de Júpiter en el mes de febrero puede confundirte y agotarte.

No entiendo nada. ¿Quién me manda a estar preguntando? Agradezco el comentario y llamo a un amigo que es médico de oídas y pronostica enfermedades, da recetas, predice malestares y, según él, cura más que un doctor de verdad.

- ¿Cuáles son los síntomas? -me pregunta en su rol de curandero consagrado por su obsesiva lectura de folletos medicinales y posologías, ama las recetas, son su pasión.

- Al abrir los ojos esta mañana pensé en todas las facturas que tengo que pagar. Me asusta el rumbo no sólo del país sino del mundo, ahora con el coronavirus y los comentarios de un vecino del edificio que le ha cogido con predicar el fin del planeta todo el día y advertirnos de que no podemos comprar nada enlatado, y otro que habla de la contaminación del aire, del complot universal para convertirnos en esclavos, el cuerpo me pesa de una manera insoportable, es más, algunos órganos me pesan más que otros y mejor ni hablo de los genitales.

- ¿Los genitales? -grita mi amigo y a seguidas añade con grave entonación y pronunciando lentamente cada sílaba- ES-TÁS-IN-CU-BAN-DO-U-NA- DE-PRE-SIÓN.

Hago silencio. Luego, siento su respiración acelerada y me dice casi en susurro gozoso:

-Cuando de genitales se trata no hay duda alguna.

- ¿De qué?

- Depresión absoluta.

- ¿Depresión? -grité protegiendo mi intimidad.

- Sí -dice solemne, satisfecho de haber dado en el clavo.

- ¡Pero si yo soy un hombre feliz! Lo he dicho muchas veces, hago ejercicios de alegría todas las mañanas, y a veces durante todo el día y noche cuando me siento amenazado. Hasta un tic nervioso he descubierto, los codos son independientes y me vibran puntualmente 6 veces al día.

- Intuyo -me interrumpe el discurso- y no te alarmes, pero también hay cierto temor a la muerte.

- ¿La muerte? ¿Y qué tiene que ver la muerte con lo que te cuento?

- Detrás de todo eso es muy obvia la señal. Es subliminal.

Mi amigo, a quien quiero mucho, se le va la guagua de vez en cuando.

-¿Y qué me recomiendas?

- Triplicar tus actividades festivas, tomar un avión e irte a pasear (cosa imposible), frecuentar más a tus amigos (reproche encubierto), bailar, sí, bailar, eso es pura medicina (me duele todo). Inscribirte en uno de esos clubes que hacen fiesta todos los fines de semana... aprenderte una canción de dembow, de esas que repiten lo mismo todo el tiempo: " ahí ahí, ahí ahí, ahí, ahí"... sigue abrazando como hasta ahora (ufff) y renuncia a acostarte antes de las doce.

-¿Y con eso perderé el miedo a la muerte?

-Bueno, si quieres medicina como los antibióticos, antidepresivos -aquí lo sentí molesto, es fanático de los remedios caseros- llama a un galeno, pero mi recomendación es, además, un paseo diario a la funeraria y pasar un rato conozcas o no al muerto, y sentarte al lado de sus deudos y llorar con ellos...

No escuché el final, cerré el teléfono desconcertado.

TEMAS -

Freddy Ginebra Giudicelli es un contador de anécdotas cuyo mayor deseo es contagiar su alegría y llenar de esperanza a todos aquellos que leen sus entrañables historias.