Visa para un sueño, pero eterno

El Día de la Altagracia pudo haber sido ocasión para que los dominicanos que hacen del cuerpo una vaina, fueran a la iglesia, pero no a oír misa, sino a confesarse.

Conviene que ante lo que se teme, en cinco días que se suponen de desacato, el contagio coja a todo el mundo confesado.

Así, si la pandemia propone y Dios dispone, los guapos del solar, que no le paran a nada, se irían en regla. Visa para un sueño, pero eterno.

Todo el que salga de casa, y todavía más de ciudad, no será para asistir a un retiro, sino para hacer todo lo que le impide el confinamiento.

La consigna será gozo primero y cuidado después.

El Gobierno debería andar con ambas manos en la cabeza, en gesto de preocupación, pues en caso de tribulación, como se espera, suyas serán todas las culpas.

Quienes inventaron los puentes o los fines de semana largos no sospecharon una circunstancia como la de ahora, tan desgraciada.

Si la Basílica cerró, siendo lugar de penitencia, con más razón lugares de acercamiento y que hacen imposible el distanciamiento.

Qué la Virgen haga su obra y proteja, pues seguro necesitarán auxilio divino los que se afanan en adorar becerros de oro.

Diario Libre

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