Desarrollo pensado desde la región

La región ha sido definida por la Constitución de la República Dominicana como la unidad básica para la articulación y formulación de las políticas públicas en el territorio nacional; mandato que busca consolidar la región como el espacio geográfico donde se define la visión que oriente las iniciativas de la institucionalidad pública y establezca criterios para priorizar la inversión en cada rincón del país.

Esta mirada contribuye en la transformación de un Estado históricamente centralizado el cual ha incidido, como en otras zonas de la región latinoamericana, en la concentración del poder político, social y económico; como cuna de las decisiones “estratégicas” para toda la geografía nacional. Este proceso ha debilitado las zonas más alejadas de la demarcación central, disminuyendo su capacidad productiva y acentuando la fragilidad del capital social localizado en las comunidades más apartadas. Es así como se observa una relación directa entre la distancia de estas demarcaciones al centro, con una serie de factores como la reducción de la población, la ausencia de oportunidades y la deficiencia de los servicios básicos; a mayor distancia, más acentuados estos elementos.

La apuesta a pensar el territorio desde la región contribuye en revertir el modelo de desarrollo histórico impulsado en el país, donde toda la geografía nacional se encontraba al servicio de un segmento de la población que reside en los centros urbanos; concentrando la apuesta por la mejora de la calidad de vida y la generación de oportunidades en zonas metropolitanas que propician la atracción de una población que busca migrar hacia estas “ciudades de éxito”; trayendo consigo una maleta de precariedades que son aumentadas al momento en que esta migración se ubica en zonas de alta vulnerabilidad y precariedad.

Cuando el desarrollo se piensa desde la región se avanza en tres aspectos fundamentales: i) acercar la oferta a la demanda, ii) fortalecer la coordinación horizontal y vertical y iii) mejorar el gasto. En primer lugar, cuando situamos la región como unidad básica el gobierno se acerca a todas las provincias sin excepción, cambiando el modelo centralizado por un modelo territorializado y participativo que atiende las necesidades priorizadas desde cada demarcación y fomenta el desarrollo de cada emplazamiento. En segundo lugar, fomenta el dialogo sectorial y la colaboración entre niveles de gobierno (Nacional – Ayuntamientos) impulsando la sinergia para el logro de las metas establecidas; y finalmente mejora el gasto en el territorio, complementando las iniciativas que permiten aprovechar el potencial de una u otra provincia para fomentar el desarrollo endógeno, lo cual empoderara su población para trabajar sin descanso por el bienestar de la gente de su territorio.

Numerosos esfuerzos han precedido esta nueva mirada al desarrollo visto desde la región, evidenciando las fallas de impulsar un proceso sin una mirada articuladora a nivel nacional que a su vez fomente la complementariedad entre las distintas regiones, lo cual permitirá que las metas definidas se puedan alcanzar a través de estrategias diferenciadas por el potencial y las características de cada región. Para estos fines se necesita continuar avanzando en homologar el espacio de actuación regional de la institucionalidad pública que permita mejorar la eficiencia de la planificación gubernamental, reducir la duplicidad en las iniciativas sectoriales y a su vez complementar la oferta institucional para responder a la demanda territorial.

Erick Dorrejo