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El latinoamericano que vino del frío

La Internacional Socialista entró de lleno en Latinoamérica a través de Santo Domingo. Fue en marzo de 1980. Los líderes de la socialdemocracia europea se reunieron por tres días en la capital dominicana con la finalidad de crear un ambiente propicio a sus objetivos, en momentos en que los países de la región estaban sufriendo los embates de los extremos, enfrentados entre sí, en medio de una guerra caliente en que Estados Unidos jugaba un rol dinamitero.

Estuve entre los asistentes al acto inaugural de ese gran encuentro, celebrado en el Teatro Agua y Luz, organizado por José Francisco Peña Gómez, entonces presidente del comité para América Latina y el Caribe de la Internacional Socialista, con el apoyo de Milagros Ortíz Bosch y un gran equipo. El evento reunía en un mismo foro a las grandes figuras de la socialdemocracia, con Willy Brandt al frente, quien ya había sido canciller alemán de 1969 a 1974. Allí se encontraban Francois Miterrand, Felipe González, Olof Palme, Mario Soares, entre otros líderes europeos y latinoamericanos. El PRD con Antonio Guzmán estaban en el poder, y Peña Gómez alentaba las relaciones internacionales de su partido con un criterio globalizador que le resultó auspicioso. Peña Gómez es uno de los dos únicos líderes políticos dominicanos que entendieron la necesidad de crear y fortalecer lazos con dirigentes de la política mundial. El otro ha sido Leonel Fernández. Ambos comprendieron la importancia de estos contactos, valoraron los signos de los tiempos y crearon un liderazgo que sobrepasó el estrecho círculo insular para ser respetados y admirados en otras geografías. Ninguno de los presidentes que tuvo el PRD, y también el PLD, entendieron la trascendencia de esa estrategia. De ahí la relevancia especial de ambos líderes en el contexto de la historia política dominicana y latinoamericana.

De los líderes de la treintena de partidos socialdemócratas asistentes a aquel cónclave, ya hoy olvidado, el francés Miterrand sería presidente de Francia un año después y permanecería en el cargo hasta 1995; Felipe González sería presidente de España dos años más tarde y estaría en el poder hasta 1996; Mario Soares ya había sido primer ministro de Portugal de 1976 a 1978 y volvería a serlo de 1983 a 1985, hasta que asumió la presidencia de su país por diez años, de 1986 a 1996; y Olof Palme había sido primer ministro desde 1969 y permaneció en el cargo hasta 1976. Regresaría a la posición dos años después de la asamblea dominicana, en 1982, hasta su asesinato en 1986 cuando salía del teatro en Estocolmo junto a su esposa y fue acuchillado por un desconocido.

Hace 41 años de esa reunión en Santo Domingo que el político sueco Pierre Schori, uno de los grandes líderes de la socialdemocracia europea, recuerda en sus memorias. El panorama era gris para la región. El día anterior a la conferencia de Santo Domingo había sido asesinado en El Salvador el obispo Arnulfo Romero y los dos principales líderes socialdemócratas guatemaltecos. La asamblea dominicana hizo pública una resolución al final de la misma donde se condenaba la política exterior de Estados Unidos, alegando que fomentaba el colonialismo, censuraba el terrorismo de Estado en Chile, Argentina y Uruguay, y la violencia institucional en El Salvador. Así arrancó la Internacional Socialista su labor formal en Latinoamérica, que era en ese momento un objetivo estratégico en sus planes de expansión mundial como institución que reunía a los partidos de centroizquierda.

Pierre Schori relata en detalles todas las acciones que le tocó ejecutar y presidir en esos años duros de la guerra fría, cuando se aproximaba ya el final de esa temporada de sucesos escabrosos entre las grandes potencias de la época, que pusieron muchas veces en vilo a la humanidad. Nueve años después de la conferencia de Santo Domingo caería el muro de Berlín y se iniciaría la disolución de la Unión Soviética. La socialdemocracia tendría en Olof Palme a un consagrado director de sus políticas de combate frontal ideológico y, a su vez, de abierta simpatía con gobiernos que se salían de la órbita estadounidense. Palme, por ejemplo, fue el primer mandatario occidental que visitó a Cuba, se reunía con frecuencia con el entonces poderoso secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger buscando entendimientos políticos y diplomáticos, disertaba en grandes asambleas expresando sin medias tintas sus ideas en contra o a favor de determinadas situaciones, cuando otros no se atrevían a hacerlo, se distanciaba de la hegemonía norteamericana pero, por igual, combatía los regímenes comunistas, elegía la democracia como “valor propio, condición y motor para la transformación social”, favorecía las reformas graduales y no las decisiones arbitrarias y violentas. Y era hombre de una sencillez abrumadora, a quienes todos respetaban. Cuando los líderes salían de las reuniones conjuntas en sus limosinas, Palme optaba por llegar a su hotel caminando solamente en compañía de sus colaboradores. Por esa razón, en un evento en Helsinki a la que asistieron los grandes líderes mundiales, estuvo a punto de ser arrollado por la caravana de autos en que a toda velocidad se desplazaba el líder soviético Leonid Brézhnev.

Pierre Schori, gran amigo de Peña Gómez, a quien dedica la edición dominicana de sus memorias, fue el gran mensajero de la socialdemocracia internacional y, especialmente, de la sueca dirigida por Olof Palme. Estuvo al frente de muchas negociaciones clave en el gran entramado de la política mundial de la época. Lo mismo se reunía con Kissinger, quien solía consultarle a altas horas de la noche, que con Fidel Castro con quien se reunió más de veinte veces. Fue un defensor de Cuba, tenaz opositor al bloqueo norteamericano, pero a su vez fue crítico de decisiones del gobierno de Castro. Sus encuentros con el líder cubano, en momentos de búsqueda de entendimiento con el Estados Unidos de Richard Nixon y Gerald Ford, desconocidos hasta ahora, son narraciones que oferta en sus detalles más reveladores. Schori fue un defensor de las migraciones, un estratega político de alto nivel, un mediador eficaz y confiable al que Fidel solía recibir personalmente en el aeropuerto de Rancho Boyeros, un relator de la Ostpolitik de Willy Brandt que buscaba la cooperación entra las dos Alemanias y que de tanta ayuda resultó para que Brézhnev moderara su política agresiva y allanara el camino para la perestroika: “Si la Unión Soviética solo hubiera adoptado la línea armamentista y confrontativa de Reagan y de Thatcher, el mundo se hubiera acercado más al abismo”.

Pero, sobre todo, Schori fue un amigo ejemplar de América Latina. Fue su centro de atención y sirvió de mediador y mensajero de las políticas socialdemócratas en Nicaragua, Uruguay, Chile, Ecuador, Panamá, Costa Rica, Argentina, El Salvador, Guatemala y República Dominicana. Tuvo una admiración especial por Juan Bosch, a quien rinde homenaje en sus memorias, exaltando los valores de sus libros sobre el Pentagonismo y El Caribe, frontera imperial, afirmando que los vaticinios de Bosch en esos textos se han cumplido. Formula la revelación de que, luego de participar en una gran manifestación con cien mil asistentes junto a Salvador Allende, y en la que el presidente chileno, a punto de ser derrocado, le invitó a pronunciar un discurso, antes de partir a República Dominicana que era su próximo destino, Allende le dijo que le diera un mensaje a Bosch: “Apúrense con la revolución”. El gran mensajero de la socialdemocracia se mantuvo siempre en conversaciones con el enemigo: para algunos era el imperialismo yanqui, para otros el comunismo “y Cuba detrás de cada planta de yuca en América Central”. Relacionado por igual con las grandes figuras intelectuales del boom latinoamericano, Gabriel García Márquez que muchas veces intermedió ante Schori para solucionar problemas políticos en su natal Colombia, le dedicó Crónica de una muerte anunciada, en 1981, llamándolo “el latinoamericano que vino del frío”.

Este debiera ser el libro del momento para dirigentes y militantes políticos, historiadores, hombres y mujeres de activa vida pública, sociólogos y especialistas de las ciencias políticas. Las memorias de una época, de un distintivo ideológico que se impuso en Europa y parte de América Latina y que hoy, en pleno declive, sigue siendo un referente frente a los dilemas y veleidades de la realidad política regional y mundial.

Pierre Schori ejerció la política por más de cincuenta años. A sus 83 años dirige la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (FRIDE). Reside en Madrid.

Una calle del sector Los Prados, de Santo Domingo lleva el nombre del primer ministro sueco asesinado, Olof Palme.

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José Rafael Lantigua, escritor, con más de veinte libros publicados. Fundador de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española. De 2004 a 2012 fue ministro de Cultura.