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Los datos que tenemos a la mano sobre el impacto de la pandemia en el sistema educativo son alarmantes. Como publicó Diario Libre ayer, se estima que entre 237,000 y 322,200 alumnos del universo de 1,800,000 en el sistema público de enseñanza habrían tomado vacaciones eternas durante la crisis provocada por el COVID-19. Ese dato representa un incremento en la morosidad escolar de entre 13.2 % y 17.9 %.

Los números no son exclusivos, pues esta realidad que vive República Dominicana se expande por el mundo entero, debido al escenario novel que nos ha provocado esta emergencia sanitaria. Ahora, toca que se comience a tomar decisiones contundentes para reparar este tenebroso escenario.

El Gobierno mantiene la ruta correcta al reimponer medidas restrictivas más contundentes y masificar el programa de vacunación, que ya ha alcanzado a casi la mitad de la población con, al menos, una dosis. Toca ahora que esas dos rutas se sostengan y centrarse en decidir con claridad sobre el futuro de la educación en el país.

La decisión sobre el futuro de la educación es la más importante que tendrán que tomar este gobierno y los de todos los países del mundo afectados por esta pandemia. Estamos hablando de millones de estudiantes que acabarán con serias deficiencias de aprendizaje de no tomarse las medidas correctas. Aquí no pueden imponerse los intereses económicos, la presión de los padres o los deseos de los propios estudiantes.

El Gobierno dominicano debe decidir lo que es mejor para los niños y jóvenes dominicanos, aunque no nos guste lo que pueda haber en el saco de las posibilidades. No podemos esconder la cabeza e ignorar que tenemos en las manos un problema gigantesco y urgente.

Desde la comodidad de mi silla reitero que es momento de irnos a posición anterior, de cerrar el curso actual y comenzar en agosto próximo como si fuera agosto pasado. Sugiero que estos meses sean usados para preparar las escuelas para un escenario pandémico, de revisitar el currículo académico y de darle la oportunidad a cada estudiante de retomar el tiempo perdido. Aceptémoslo, la educación a distancia ha sido un desastre y los estudiantes merecen que pensemos más detenidamente en lo que es mejor para ellos y su futuro, aunque cueste más dinero.

Periodista puertorriqueño y Subdirector de Diario Libre. Ganó el Premio Nacional de Literatura Puertorriqueña, Categoría Periodismo, en 2018, por sus columnas en el periódico El Nuevo Día, del cual fue Director Asociado.