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Talibanes
Talibanes

Un gobierno laico

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Un gobierno laico

No se puede gobernar un país desde la perspectiva de una creencia religiosa, sea la que sea. La historia está llena de esos errores y los seres humanos parecemos condenados a tropezar una y otra vez con esa piedra.

El más reciente caso se da en Afganistán, donde un ejército de fanáticos islamistas ha esperado pacientemente para retornar al poder tras 20 años de guerra, luego de que Estados Unidos y sus aliados decidieran que perdieron el conflicto, dejando a su suerte a un pueblo que se creyó el cuento de que la vida al estilo occidental había llegado.

La rápida llegada al poder de los talibanes ha provocado una crisis humanitaria terrible y miles de afganos intentan irse del país para no volver a vivir el infierno que creó una sociedad regida por las perspectivas más tiranas del Islam.

Lo que ocurre por aquellos lares no nos es extraño. Si bien no usan tanques o fusiles AK-47, lo cierto es que en las sociedades occidentales han comenzado a recuperar terreno y poderío quienes impulsan la idea de que los gobiernos democráticos deben regirse por las modalidades más conservadoras del Cristianismo, aunque ello implique renegar de los avances que ha hecho la ciencia en los pasados cinco siglos.

Es para alarmarse cómo se ha gestado un nuevo personaje social, que responde a la combinación de ser conservador en términos económicos, protestante o católico practicante en su fe, libertario en su planteamiento político y conspiracionista en la práctica.

Esta figura reniega de la realidad de que el gobierno debe ser laico e intenta imponer, al mejor estilo talibán, su perspectiva religiosa de la vida, un asunto que no es menor y que debe ser visto como la forma más peligrosa de ataque a la democracia.

La religión es necesaria, porque los seres humanos requerimos de creer en algo. Su práctica, sin embargo, es un tema de decisión personal, no de imposición colectiva.

En el mundo hemos pasado por ahí y aprendimos que el deber de los gobiernos es garantizar los espacios para que todos podamos creer en lo que se nos antoje con libertad, no imponer las filosofías de una religión o de otra. Es lo que creo, aunque me caigan chinches.

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Periodista puertorriqueño y Subdirector de Diario Libre. Ganó el Premio Nacional de Literatura Puertorriqueña, Categoría Periodismo, en 2018, por sus columnas en el periódico El Nuevo Día, del cual fue Director Asociado.