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Violencia y educación

Un hombre va y le dispara a su esposa, para luego desatar un frenesí de violencia que acaba con la vida de seis personas inocentes, hiriendo a seis más en el camino, para al final ser liquidado por las autoridades policiales. Eso pasó el fin semana en Higüey y, afortunadamente, la mujer, aunque fue seriamente baleada, se salvó.

Mientras, el lunes nos despertamos con la noticia de que un coronel de la policía le cayó a balazos a la residencia de su compañera consensual y luego optó por pergarse un tiro en la cabeza, para evitar ser apresado por sus colegas en el área de San Cristóbal.

A su vez, un reporte de Diario Libre nos revela que los famosos “teteos” se han convertido en “juntes de la muerte”, pues en tres meses han dejado la friolera de una veintena de fallecidos de forma violenta, además de heridos a tutiplén.

Los primeros dos escenarios violentos fueron casas de mujeres, lugares que se supone sean sagrados. Los otros son contextos en los cuales la juventud se aglomera, presumiblemente, para pasarla bien, relajarse y darle rienda suelta a la felicidad.

La realidad social, sin embargo, ha convertido a los hogares y puntos de reunión colectiva en centros donde la violencia ha hecho acto de presencia, enviando el mensaje de que no hay ambiente seguro, de que el abrazo oscuro de la muerte imprevista puede llegar a uno de la mano de un atacante sin escrúpulos.

¿Cómo llegamos ahí? La razón es de vieja argumentación y su raíz estriba en esa relación que existe entre la violencia y la falta de educación moral. El mayor fracaso de las democracias capitalistas ha sido conseguir hilvanar un sistema que enseñe a todos, en el mismo nivel, la importancia de la libertad y no del libertinaje, de las aspiraciones personales y no del atropello, del diálogo y no de la agresión.

En nuestras sociedades estamos dejando que la violencia se convierta en una realidad pasmosamente cotidiana y hemos optado por convivir con ella en lugar de tomar medidas a largo plazo que la combata. En esa lucha la educación es central y reformar sus bases se hace justo y muy necesario.

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Periodista puertorriqueño y Subdirector de Diario Libre. Ganó el Premio Nacional de Literatura Puertorriqueña, Categoría Periodismo, en 2018, por sus columnas en el periódico El Nuevo Día, del cual fue Director Asociado.