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Cuando todo esto haya pasado

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Cuando todo esto haya pasado

Me refiero a la pandemia, si es que llega a pasar. O por lo menos, que pase al temor a la muerte que ella infunde. Entonces será el momento de volver a abrazarnos, de volver a tomar juntos un café o jugar una partida de dominó. Pero, sobre todo, el momento de llorar y honrar a tantos amigos que el virus se llevó, o que sencillamente aprovecharon la oscuridad de la larga noche para irse furtivamente, sin que tuviéramos la oportunidad de despedirlos.

Nos quedará la nostalgia de que, podremos regresar a las oficinas, a las tertulias o a los eventos donde antes nos encontrábamos, y no vamos a volver a verlos. Extrañaremos no encontrar a Lucas Vicens, a Don Antonio Vargas o a Roberto Castillo Tió, para poner los nombres de algunos de mis cercanos colaboradores cuando fui Ministro de Economía, Planificación y Desarrollo.

Y que tampoco vamos a poder hablar y ser copartícipes de mil inquietudes con Victor Víctor, con el Gordo Oviedo, a disfrutar de la exquisita inteligencia y fuente de sabiduría de Doña Ivelisse Prats. Y en esta semana nos encontramos con la horrible noticia de que tampoco podremos volver a tertuliar con el Padre Jorge Cela. Y al escribir este artículo enterarnos también de la muerte de Linche, nuestro apreciado compueblano Adriano Miguel Tejada, hasta hace poco director de Diario Libre.

Saber que se han ido en la soledad de esta larga noche sin poder despedirlos como se hace con los amigos, va a ser el mayor dolor que dejará la pandemia. El mayor desconsuelo ha de ser el de aquellas familias que ni siquiera pudieron ver a sus muertos. Tiene que ser más doloroso que la muerte misma.

Porque al final, sabemos que el mundo seguirá girando, que el espacio vacío volverá a llenarse, aunque imperfectamente, con otros amigos. Y que el mundo se recompondrá y muchos de sus sueños serán alcanzados

Por lo pronto, a los que logremos sobrevivir a este año nefasto (confiando que puedo contarme en el grupo), nos tocará volver a empujar para recomponerlo; empujar hacia adelante y ligeramente hacia la izquierda, con la esperanza de que al despertar de esta larga pesadilla podamos hacerlo mejor, más justo, más amigable con la naturaleza, más seguro. Esa será una lucha más larga que tendrá que ser continuada por nuestros hijos y generaciones más jóvenes.

Cuando haya pasado, será también momento de analizar, de conocer a ciencia cierta, los verdaderos efectos de esta pandemia sobre la humanidad. Tenemos idea de los más visibles, que son la crisis sanitaria, traducida en muertes y enfermedad, y la crisis económica.

Podremos ver el real impacto sobre la educación de los niños y jóvenes, pues por muy grandiosos esfuerzos que se hagan para impartir educación digital, no vamos a creer que desaparecer el espacio escolar, sustituir de golpe el contacto presencial del maestro con los alumnos, y de los alumnos entre sí, se va a convertir en un sustituto perfecto. Y peor, tras siglos de lucha por convertir la educación en gran nivelador del terreno de juego entre grupos sociales, la enseñanza virtual a quien más afecta es la calidad de la educación de los más pobres.

Podremos ver en su verdadera dimensión los efectos sobre la salud pública, al haber tenido los sistemas de salud que concentrar toda la atención en una sola enfermedad.

Sabemos que se ha generado una crisis de la cual ningún país o grupo social escapa. Unos pierden mucho y otros pierden poco, pero todos pierden, con la sola excepción de algunas empresas que, bien por su posición en el mercado (tecnológicas, farmacéuticas), bien por haber resultado beneficiarias de las decisiones tomadas por los gobiernos o los bancos centrales, han ganado más que antes.

Con el tiempo, también podremos ver mejor los daños, que podrían ser desastrosos, sobre la equidad social, sobre las relaciones humanas, sobre el estado emocional de la gente y otros. Fundamentalmente, el impacto físico y psicológico sobre niños y viejos del confinamiento, en los pequeños empresarios que han debido cerrar, al ver frustrados sus sueños y esfuerzos; en los jóvenes iniciando una carrera profesional que perdieron la perspectiva, etc.

Y finalmente, los gobiernos, incluyendo el dominicano, con las políticas que han debido tomar para mitigar el impacto de la crisis sobre los más pobres, van a quedar tan endeudados que, aún si desaparece el coronavirus, por mucho tiempo tendremos que trabajar para pagar las cuentas. Para pagar impuestos sin recibir nada a cambio, porque se irán a manos de los acreedores.

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