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De inflación y de pandemia

Y ¿por qué no hubo inflación un año atrás? La razón es que a nadie se le ocurriría subir los precios cuando no tenía mucho a quién venderle, pues los consumidores estaban confinados y atemorizados.

La pandemia del COVID-19 ha conmocionado al mundo, a cada país, a cada gobierno, a cada empresa y a cada persona, incluyendo a cada uno de nosotros. No hay gobierno, empresa o persona que no se haya visto obligado a cambiar sus planes; y en el caso de las personas, que no haya recibido algún impacto, generalmente devastador.

Cuando no es por la pérdida de su empleo, ingresos, cierre de su negocio, es por la propia enfermedad, o de algún familiar o relacionado, o lo que es peor, por la muerte de alguien de su entorno. En mi caso, el más reciente e impactante fue la muerte la pasada semana del Lic. Frank Guerrero Prats, exgobernador del Banco Central y excanciller de la República, compañero de aulas universitarias, colega, compañero de trabajo y amigo entrañable de toda una vida. Ese impacto no será fácil superarlo, cuando parecía que ya no seguiríamos perdiendo más amigos.

Pero volvamos al tema de la economía, que es lo que a él le habría gustado estar discutiendo.

A juzgar por las conversaciones, las preguntas de los periodistas o los titulares de la prensa, la población está altamente preocupada por los aumentos de precios, desde los alimentos, combustibles, materiales de construcción, etc. El gobierno también está inquieto, pues a ningún gobierno le gusta la inflación, ni mucho menos dar malas noticias. El Presidente promete pronta solución, pero él, como economista que es, tiene que saber que eso no está a su alcance.

Al inicio de la pandemia, había un coctel perfecto para un resurgimiento de la inflación a escala mundial y en cada país en particular, debido a la combinación de las emisiones monetarias que hicieron los bancos centrales para apoyar el crédito bancario, reducción de tasas de interés y programas masivos de gastos públicos a nivel mundial.

Y ¿por qué no hubo inflación un año atrás? La razón es que a nadie se le ocurriría subir los precios cuando no tenía mucho a quién venderle, pues los consumidores estaban confinados y atemorizados.

Sin embargo, con tanto dinero en manos de la gente, a medida que se han ido abriendo muchas actividades económicas y reactivándose el mercado mundial, comenzaron a subir los precios de las materias primas, el petróleo en particular, unido a los grandes costos del transporte por los congestionamientos de puertos y paralización de líneas marítimas y aéreas.

La inflación recién se inició; en la República Dominicana, la inflación fue negativa (el nivel medio de precios bajó) por cuatro meses consecutivos, de febrero a mayo del 2020. Pero a partir de junio los precios volvieron a subir, con más vigor cada vez, hasta superar el 7% anualizado en febrero, esperándose más todavía, pues el impacto de los citados factores todavía no se ha agotado.

Y ante esta situación, es poco lo que puede hacer el gobierno. Mucha gente cree que puede bajar los precios por decreto, pero cualquier medida en esa dirección tendría un efecto mucho más negativo. Si un producto importado sube de precios, o los materiales con que se produce localmente, lo único que evitaría que los consumidores lo paguen más caro es si el gobierno lo subsidia, pero, ¿con qué dinero? Ya demasiado ha tenido que endeudarse para proteger los hogares afectados por la imposibilidad de ganarse la vida. Y además, con tantas otras necesidades pendientes, sería insensato tomar el dinero para eso.

Otros creen que el gobierno puede controlar los precios. Esa fue una política que fracasó hace mucho tiempo. Si un productor ve que los costos se están elevando y el gobierno le impide subir el precio entonces va a perder; entonces lo más lógico es dejar de producir, lo que ocasionará escasez, con lo cual los precios subirán por pura especulación. Ese productor querrá invertir su dinero en otras actividades que generen ganancias en vez de pérdidas; ¿y cuáles serían esas? Las que no están sometidas a control de precios, es decir, las menos prioritarias. Con ello, el gobierno estaría ocasionando justamente lo contrario de lo que sería racional: estimulando que se invierta en los renglones menos necesarios.

Claro está, siempre habrá muchos bienes que son netamente nacionales, en cuyos precios el gobierno sí puede influir por medio del crédito barato y otros tipos de facilidades. Pero a la larga, esos también subirán de precios, porque cuando el productor vea que en los demás países subió, se dará cuenta de que no tendrá competencia importada si sube los suyos.

En definitiva, la inflación reciente y la que nos espera es algo con lo cual tendremos que aprender a convivir. Y el gobierno concentrar su esfuerzo y recursos en lo que está bajo su alcance.