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Obesidad, malnutrición y COVID-19

Apartir de la segunda mitad del siglo pasado las enfermedades cardio-neuro-metabólicas (ECNM) emergieron como primera causa de muerte: 28.3 millones de personas fallecidas anualmente, 70% de las enfermedades no transmisibles (ENT), más de la mitad de las muertes son prematuras (antes de los 69 años) y ocurren en países de bajos y medianos ingresos. Representan la primera causa de hospitalización, discapacidad y de consulta, convirtiéndose en el principal escollo para el desarrollo de los pueblos y el principal gasto de bolsillo de salud. A pesar de los estragos que han producido en los últimos 75 años, los organismos sanitarios, alimentarios y económicos mundiales: OMS, OPS, FAO, ODC, BM, BID, FMI, etc., se resisten a declarar estas enfermedades como “Pandemia”, ni tampoco como “Prioridades Sanitarias”, en cambio, las consideran como obstáculos al “desarrollo sostenible”. Son las únicas enfermedades “democráticas y universales”, al igual que el virus del SARS-CoV-2, afectando a todas las personas sin distinción de géneros, razas, clases, creencias y modelo social.

Se estima que 3.000 millones de personas no pudieron pagar una dieta saludable antes de la pandemia del COVID-19, y, se estima que esta cifra aumentará en 267.6 millones entre 2020 y 2022, según el informe de Política Alimentaria Mundial de 2021. Se ha afectado la producción alimentaria de comidas saludables haciéndose inalcanzables para los sectores pobres y más vulnerables de la población. La industria y las cadenas de distribución se enfocan en la producción y venta de alimentos de mala calidad: ricos en azúcar, sal, grasas saturadas y granos refinados que se han vuelto cada vez más populares. Esto se refleja en los niveles de obesidad, especialmente la infantil y adolescente, que en las últimas cuatro décadas han experimentado un aumento de diez veces. También se observa aumento de la desnutrición a medida que los bebés y preescolares son alimentados cada vez más con los mismos alimentos ultra procesados. La mala alimentación conduce a desnutrición y al retraso del crecimiento en los niños y adolescentes, al tiempo de que son factores de riesgo reconocidos para el desarrollo de la obesidad y de las ECNM.

Luego de la segunda guerra mundial los países de bajos y medianos ingresos tenían centrados sus preocupaciones en el hambre y la desnutrición. El desarrollo industrial y el rápido proceso de urbanización en los Estados Unidos, a partir de la década de los 70’s, produjeron cambios en las dietas: ingesta de alimentos ultra procesados fuera de la casa, mayor uso de aceites comestibles y bebidas azucaradas que, sumados a reducciones de las actividades físicas y aumento del comportamiento sedentario, originaron el fenómeno de la obesidad. Desde el año 1975 a la fecha la obesidad se ha triplicado, 2,000 millones de personas son obesas o están en sobrepeso, 2.8 millones de personas mueren anualmente por estas causas. Se considera obesas a las personas con un índice de masa corporal (IMC) superior a 30, y en sobrepeso a las que tienen un IMC de 25 a 30 [IMC= Peso (kgs)/estatura (m2)]. Estados Unidos y México son los países con mayor frecuencia, aunque nuestro país está entre los líderes de obesidad/sobrepeso con un 60%, agravado por el sedentarismo (60%), según el estudio EFRICARD, 2018.

En The Lancet Diabetes & Endocrinology, Barry Popkin y col.,2021, discuten políticas impactantes que varios países han implementado en un esfuerzo por frenar el aumento de la obesidad y la prevalencia de la ENT, políticas como la prohibición de la comercialización de alimentos ultra procesados han sido propuestos en Chile e Inglaterra,

impuestos a las bebidas azucaradas y a los alimentos ultra procesados, México e Inglaterra, han sido experiencias de las medidas para disminuir el consumo. Debemos “desafiar todos los intereses comerciales que socavan nuestros esfuerzos para construir un mundo más justo y saludable”, afirma Popkin. Si los gobiernos, las empresas alimentarias y el público no priorizan las dietas saludables y el bienestar con políticas impactantes, corremos el riesgo no sólo de perder décadas de progreso, sino también de un aumento sustancial de las ENT que será una amenaza importante para la salud de la población. Hemos propuesto un “Programa Nacional de Educación, Promoción de Salud, Prevención y Control de las ECNM”, dónde se incluyen legislaciones para gravar los alimentos y bebidas nocivas para la salud, etiquetado correcto, así como incentivar la producción de alimentos saludables a través de incentivos fiscales, y de empoderar a todo el estado a participar activamente en beneficio de la colectividad.

En tiempos de COVID-19 y no de Cólera, la Pandemia ha doblegado a los sistemas sanitarios mundiales, ya comprometidos con la privatización, haciéndonos presos de un virus inclemente que nos obliga a permanecer en cuarentena permanente, esperando que “llegue el milagro de la inmunización colectiva”, a través de la vacuna o a través de la “inmunización de rebaño”. Mientras, la pandemia del COVID-19 atenta con la producción y distribución de alimentos saludables, promoviendo el consumo de alimentos ultra procesados que aumentan la obesidad, la malnutrición y las ECNM en la población mundial.

Es tiempo de cambios de paradigma al de: “Promoción de Salud y Prevención”, sólo con la participación de todos tendremos un país saludable y educado.

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