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Estrategia continuista y el discurso

El presidente Luis Abinader tiene razón cuando afirma que promover y hablar de la reelección presidencial a ocho meses de gestión gubernamental es una insensatez, algo ilógico y una irresponsabilidad, en un momento de pandemia y una crisis que el Gobierno debe resolver; que no se debe distraer. Además, ¿por qué levantar los demonios de las aspiraciones a destiempo y crear problemas dentro y fuera de su partido?

Se observa a un presidente político, bien asesorado, maduro, que sabe lo que quiere y cómo lo puede conseguir con mayor facilidad y menos traumas políticos partidarios. ¿Para qué hablar de reelección presidencial si se puede llevar una agenda paralela como presidente que te allana el camino para el momento oportuno de la decisión? Él está claro. “En su momento eso se discutirá”, dijo el presidente como parte de su argumentación.

Abinader paró a tiempo las voces de incondicionales que quisieron hacerse los graciosos sin darse cuenta que ponen en peligro el proyecto del presidente y su entorno. Su proyecto, según lo que comunica al país, es hacer un buen gobierno, resolver los problemas de la gente y crear empleos para sacar a los dominicanos de la crisis en que nos ha hundido la pandemia. Eso suena maravilloso y, sin dudas correcto, pero la parte que no se ve, es que pone en peligro un inteligente proyecto puesto en marcha a pocos días de ascensión al poder.

El mensaje del presidente es correcto, lo afianza ante la sociedad y lo hace más creíble cuando advierte de manera enérgica que lo único que tiene que estar en discusión es resolver los problemas de la gente, que no hay discusión del tema, la desautorización a cualquiera que lo promueva y la carta que envió a José Ignacio Paliza, presidente del Partido Revolucionario Moderno (PRM) y ministro Administrativo de la Presidencia, brazo político del gobierno y del presidente Abinader.

Esto calma los ánimos de los promotores a destiempo y envía un mensaje a la sociedad acorde con el discurso que se requiere proyectar. Lo que sí está claro es que los observadores de la política, los que ven las intenciones en los detalles y las actuaciones de los gobernantes, están conscientes de que tan pronto Luis Abinader juró como presidente su equipo de estrategas puso en marcha un plan estratégico muy similar al de las visitas sorpresas de Danilo Medina, en el 2012, que lo mantuvo en la cúspide de la popularidad hasta su salida ocho años después.

La repostulación de Luis Abinader comenzó en Pedernales, 15 días después de su juramentación como jefe del Estado. Recorrió la provincia, se reunió con todos los sectores organizados y personalidades de la demarcación, escuchó sus planteamientos y anunció una serie de obras para satisfacer las demandas de la gente. Aplicó la misma receta en Santiago, en Puerto Plata y cada fin de semana en una provincia diferente. Es una forma distinta de gobernar, hace lo que tienes que hacer, pero al mismo tiempo una forma inteligente de mantener su popularidad bien elevada, con propósitos muy bien definidos.

Todas las obras que el presidente anuncia cada fin de semana en una provincia diferente se pueden anunciar sin ese activismo, pero eso es necesario para los planes y propósitos que ahora no es prudente ni delicado revelar. Danilo Medina, líder del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), entraba en contado cada fin de semana con los campesinos, con los trabajadores de la tierra, saltaba sus charquitos y nadie más tiene mucho que buscar en ese campo; Abinader lo hace con los sectores organizados de las grandes ciudades de provincias y a nivel macro, reúne las juntas de vecinos en el Palacio y centros deportivos de los municipios. En el fondo, la misma estrategia con el mismo propósito: la repostulación en el 2024.

Las reelecciones de Joaquín Balaguer, de 1966 al 1978, y de 1986 a 1996, crearon muchos problemas y divisiones en el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC); los intentos de continuidad crearon fricciones en el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), el de José Francisco Peña Gómez, entre 1978 y 1986; y dividió ese PRD, ya sin Peña Gómez, con la repostulación de Hipólito Mejía en el 2004, que los sacó del poder, los dividió y esa crisis parió lo que es hoy el PRM; y la última mala experiencia es la del PLD, que las diferencias por la reelección de Medina (en 2016) provocó su peor división con la salida de Leonel Fernández de ese partido, en el 2019. Esos demonios son los que Abinader no quiere levantar tan temprano.

Los perremeístas de seguro entendieron el mensaje del presidente Abinader, los que tienen proyectos presidenciales como David Collado, Ramón Alburquerque, el PPH de Hipólito Mejía y Roberto Fulcar, de seguro digieren el discurso. Lo que sí está bien claro, es que fuera de ese entorno y de los ciudadanos comunes que compran los discursos, los observadores y analistas de la política criolla estamos claros de que el plan para la repostulación de Abinader comenzó a aplicarse tan pronto se juramentó. El tiempo, como siempre, se encargará de poner cada cosa en su lugar.

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